jueves, 16 de diciembre de 2010
LOS CORREVEIDILES
*Reflexionando al cierre del año sobre el 30 de septiembre
Galo Naranjo L
Aparecen en todas las organizaciones como una plaga que destruye personas, equipos de trabajo, departamentos, Instituciones. Crecen aupados por la soberbia de algunos, la envidia, el temor, la animadversión, el egoísmo… Se parecen a esos pájaros carroñeros cuyo hábitat es la basura en donde se sienten a sus anchas, porque se revuelcan en su propia inmundicia.
Correveidile es una palabra compuesta: corre-ve-y-dile y su significado desde la antigüedad equivale a; chismoso, intrigante, alcahuete, propagador de rumores falsos con el propósito de causar daño a alguien. Fue caracterizado en el teatro francés como una figura repugnante que mezcla rasgos del adulador con el del hipócrita y el taimado que busca el momento propicio para provocar conflictos, porque disfruta en escenarios de desconfianza, pugna, resentimiento y, naturalmente, de crecimiento de sus intereses mezquinos.
Se los encuentra enquistados en climas carentes de auténtica afectividad y en ausencia de pensamiento crítico que contraste opiniones, o de diálogos intersubjetivos que permitan ir descubriendo la verdad en la palabra compartida de manera directa, en la comunicación cara a cara. Se desarrollan porque se camuflan con expresiones melifluas que envanecen a los crédulos, o bajo la apariencia de solidaridad con las más caras aspiraciones de las personas. Su cuerpo serpentea de un lugar a otro buscando el momento propicio para inocular veneno. Se destruyen cuando se los enfrenta con lenguaje de franqueza.
El Ecuador acaba de pasar el 30 de septiembre por una experiencia trágica en su endeble vida democrática que ocasionó pérdida de vidas humanas –lo más valioso que tiene una sociedad-. Respetables instituciones se encontraron envueltas en acontecimientos violentos, enfrentadas unas con otras, ausente el lenguaje de la reflexión y el diálogo y el manejo de la inteligencia emocional, que construye propuestas con el mecanismo, ganar-ganar, primó la fuerza bruta, la agresión, las balas, el vocabulario procaz, el odio…
La pregunta que asombrados nos formulamos los ciudadanos comunes y corrientes es ¿estuvieron detrás de esto los correveidiles?
La institución policial, nadie lo duda, es un pilar en cualquier estado democrático. Juega un papel fundamental como garante de la paz ciudadana, como guardiana del orden, de los principios y valores propios de un entorno social, del respeto que la ley garantiza a los seres humanos para vivir en comunidad. Está formada por personas de carne y hueso, por tanto con virtudes y defectos. Son parte de una familia que tiene sueños, proyectos, necesidades, angustias existenciales, dignidad. La sociedad les confió armas y artefactos de defensa para precautelar la vida y la integridad de los demás. Juraron utilizarlas solamente para enfrentar el delito.
¿Qué ocurrió el 30 de Septiembre cuando observamos policías provocando el caos, quemando llantas, golpeando personas, insultando y agrediendo… actuando con lenguaje de muerte? ¿Actuaron por motivaciones propias o fueron manipulados por los “correveidiles” politiqueros?
La Asamblea Constituyente es el espacio privilegiado para construir el andamiaje legal que propicie un desarrollo sostenible, desde la diversidad que construye unidad nacional. Lugar donde las tesis se sostienen con argumentos y visión de futuro, porque más allá de las leyes existen rostros humanos embebidos en el proyecto eterno de la esperanza, que confían que algún día se den esas transformaciones que mejoren su calidad de vida y los ubiquen como protagonistas y ejes de cualquier desarrollo. Sin embargo es también el espacio donde abundan los correveidiles y los tartufos, los “entontecidos por el poder”, los “todo no” y los “todo sí”, los vendedores de sueños y los que se venden sin perder el sueño, pero están también los idealistas, los gestores de cambios profundos, los enamorados de la verdad, los comprometidos con los seres humanos.
El ambiente se enrarece de costumbre porque los correveidiles tienen una enorme habilidad para distorsionarlo todo y aparecer como seres angelicales en busca de la “tierra prometida” (bueno no solo la tierra, sino la casa, la hacienda, los carros, el oro, el poder, todo mismo). Los ciudadanos de a pié nos volvemos a preguntar, ¿Qué papel jugaron los asambleístas el 30 de Septiembre?
La Presidencia de la República es una institución especial. En ella el pueblo ubica a los estadistas, a los que entregan su vida, su sabiduría, sus valores, en beneficio de todos. Los que conocen el significado de la pobreza, la necesidad, los sueños, las frustraciones, la opresión, la ignorancia, porque se atrevieron a aprender, al ubicarse en esos terrenos, para compartir con las personas las vivencias que convierten ideales en proyectos, en objetivos, en realidades. Los que saben que “no son el dinero, ni la capacidad organizativa, ni siquiera los conocimientos los que se requieren para mejorar el mundo, sino el liderazgo moral necesario”.
Los correveidiles tratan de introducirse en estos campos en calidad de asesores, aduladores, seudopartidarios, (porque lo son de todo gobierno) o mil otras formas puesto que son expertos camaleones. Su misión, en primer término, subyugar a quien tiene el poder con cantos de sirena para convencerle de que es un iluminado, el máximo exponente de la inteligencia, lo mejor que ha parido la madre naturaleza y formar una cortina infranqueable que le impida tomar contacto con el auténtico pueblo, como parte de él, y no como el que ordena. En segundo lugar regar por todos los costados de la sociedad, el rumor de que “los otros” son los equivocados, los ineptos, los desadaptados sociales. En tercer lugar, tener una puerta de escape, que significa estar en permanente contacto con los conspiradores, para bailar al son de que “si una vela se me apaga, otra se vuelve a prender”.
¿Qué hicieron los correveidiles cercanos al palacio el fatídico 30 de Septiembre?
La comunicación es la expresión más genuina de libertad de las personas, la herramienta más poderosa para crecer y desarrollar el pensamiento crítico y los valores, en el diálogo nos advertimos como seres humanos que “ponen en común” su vida en todas sus manifestaciones, en ella cada uno advierte la posibilidad de expresar su “verdad”, tal como la siente y como la vive. Los interlocutores tenemos que intercambiar mensajes a través de canales o medios y pugnamos porque ellos promuevan acercamientos con la verdad. Los correveidiles inundan los medios con la fuerza del poder económico y presionan para convertirnos en simples receptores, ahogan la comunicación convirtiéndola en información interesada, nos “dan pensando”, interpretan nuestros sentimientos y vivencias en lenguaje de manipulación. Trasmiten lo que les permite su limitado método de observación como un partido de fútbol, con una pobreza de reflexión, pero abundancia de viveza criolla.
¿Cuál fue el rol de los correveidile desde los medios de comunicación el aciago día al que nos referimos?
Y estamos nosotros, mudos testigos de los acontecimientos, la mayoría de las veces “mirando los toros de lejos”, salvando al país en el café, rehuyendo la participación ciudadana, sirviendo de tontos útiles de la politiquería cuando hacemos de ingenuos comentaristas de lo que otros nos contaron, poniéndole condumio de imaginación a lo que escuchamos por ahí, permitiendo que los sembradores de odio y violencia nos atosiguen con sus idioteces. Enfrentados a los hechos desde los impulsos emotivos que generaron los correveidiles. Participantes de lo que no participamos.
Acaso convendría reflexionar sobre lo que Arnold Toynbee, descubrió en el estudio de las civilizaciones: “Una minoría creativa con una visión clara de los principios sobre los cuales se habrá de construir la nueva civilización puede contagiar empoderamiento en todos los actores sociales, si maneja un liderazgo ético”.
Después del 30 de septiembre, hemos retornado a vida diaria. Cada quien da su versión de los acontecimientos desde el ángulo de sus intereses, el pueblo-pueblo seguirá sufriendo si no cambiamos los estilos gobernantes y gobernados, los correveidiles seguirán derramando veneno desde las sombras, a no ser que decidamos enfrentarlos con una comunicación diáfana, cara a cara, asertiva, propositiva, que construya una sociedad con valores.
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