UNIVERSIDAD ACREDITADA, UNIVERSIDAD CLASE "A"

Con sano orgullo me siento parte de una de las mejores universidades del país, la Universidad Técnica de Ambato, creo sin temor a equivocarme que en los 32 años que trabajo en el alma mater, por lo menos un pequeño granito de arena debo haber puesto, al haber sido por dos ocasiones Decano de la Facultad de Contabilidad y Auditoría, en días pasados recibí un correo que me envió un amigo y conocedor que tengo un blog me pidió que lo publicara, por lo que comparto con ustedes el mismo.
Cambiar la universidad
Guillermo Bustos
guillermo.bustos@telegrafo.com.ec

“¿Por qué son difíciles los cambios en las universidades que parecen sin embargo esenciales?”. Con esta cita del sociólogo español José Medina Echavarría (1903-77), incluida a modo de epígrafe, el Conea presentó recientemente a la Asamblea Nacional su informe sobre el desempeño institucional de las universidades y escuelas politécnicas del país. La pregunta de Echavarría no puede ser más pertinente y autorizada. Proviene de un lúcido pensador y profesor universitario que dedicó buena parte de su vida a enseñar en la UNAM y el Colegio de México, y fue uno de los traductores de Max Weber al español. De otro lado, la frase condensa nítidamente el meollo del dilema que hoy experimenta la educación superior en Ecuador.

Las reacciones que ha suscitado este informe muestran hasta qué punto una parte significativa de la comunidad universitaria ecuatoriana está carcomida por la mediocridad y la ausencia de un mínimo espíritu autocrítico. Las expresiones públicas que directivos, docentes y estudiantes de algunas de las universidades evaluadas en el rango más bajo solo confirman el informe del Conea. De otro lado, las señales preocupantes que algunos integrantes de la actual legislatura generaron para desacreditar dicha evaluación, entre los que se incluyen ciertos miembros de Alianza País, ponen una interrogación sobre cuál es el rasero que define los compromisos políticos de estos asambleístas.

La rigurosidad con que Arturo Villavicencio condujo la evaluación efectuada por el Conea, y el valor que mostró al presentarla y defenderla ante la comunidad universitaria y la opinión pública son acciones que debería envidiar y emular el Conesup, que alguna responsabilidad tendrá en la situación de la educación superior, y cuyo informe sobre el mismo tema, presentado con algunos efectos mediáticos, debería ser retirado para evitar embarazosas comparaciones.

¿Se puede concebir una universidad sin libros? ¿Cómo son las bibliotecas universitarias en Ecuador? ¿Qué y cuánto publican estas universidades? Creo que estas preguntas son absolutamente pertinentes para calibrar cómo cumplen estas instituciones su misión. En el mencionado informe (de lectura obligada) se pueden encontrar algunas evidencias cuantitativas que estremecerían al más templado. Hay una universidad que declaró (sin rubor sospecho) que su biblioteca poseía nada menos que 216 libros. Entre 2006 y 2008, casi el setenta por ciento de las universidades ecuatorianas o no publicaron ningún libro o éstos pueden contarse con los dedos de una mano.

¿Por qué resulta tan difícil cambiar a la mayoría de universidades ecuatorianas? Quizá la explicación se encuentre en el cruce de los intereses corporativo-partidarios que miran al cambio como la principal amenaza al sustento de sus micropoderes. El país necesita con urgencia no una ley perfecta sino una consensuada en torno a la búsqueda de la excelencia académica. A la Senplades le toca ceder su desborde estatista y a los rectores abandonar sus cálculos personales y grupales. Ese podría ser un buen primer paso.

Diario El Telégrafo, 12 de diciembre del 2009